Compartir

Bots de Internet devoran la web: un tercio del tráfico ya no es humano y la cifra sigue creciendo

La era dorada de la creatividad digital terminó: algoritmos de IA consumen contenido, se hacen pasar por personas reales y convierten la web en un cementerio de conversaciones artificiales

El Internet se está comiendo a sí mismo. Lo que alguna vez fue un espacio vibrante de creatividad humana, ese lugar extraño y maravilloso donde podías encontrar de todo, desde foros de entusiastas del origami hasta blogs personales sobre conspiraciones de la Edad Media, ahora se parece más a un centro comercial abandonado. Las luces siguen encendidas, la música de fondo aún suena, pero cuando miras con atención te das cuenta de que no hay nadie real ahí dentro.

La transformación no fue gradual ni accidental. Fue una invasión planificada y ejecutada con precisión corporativa. Según datos de Cloudflare, aproximadamente un tercio de todo el tráfico de Internet ahora proviene de bots. No hablamos de los irritantes pop-ups publicitarios de antaño, esos ahora parecen inocentes en retrospectiva. Nos referimos a sofisticadas aspiradoras digitales programadas por gigantes tecnológicos como OpenAI y Anthropic, diseñadas específicamente para succionar cada fragmento de información disponible en la web y alimentar sus modelos de inteligencia artificial.

Lo irónico del asunto es que Sam Altman, CEO de OpenAI, apenas comienza a darse cuenta de que gran parte de las personas en Internet podrían ser falsas. A este ritmo de epifanías, en unos 20 años quizás comprenda su propio papel en todo este desastre. Mientras tanto, hilos completos de Twitter y Reddit parecen peleas entre algoritmos, intercambiando respuestas automáticas sin una pizca de humanidad entre ellas.

¿Qué son los bots?: De ayudantes a depredadores

Para entender la magnitud del problema, primero hay que comprender qué significa bots en el contexto actual. Tradicionalmente, un bot era simplemente un programa automatizado que realizaba tareas repetitivas en Internet. Los buscadores como Google usaban bots para indexar páginas web, algo beneficioso para todos: ellos organizaban la información, los sitios recibían tráfico.

Existía un contrato social implícito en los primeros días de la web, antes de que los intereses monetarios hicieran lo que desafortunadamente mejor saben hacer: invadir, eliminar voces independientes y comunidades pequeñas, y monetizar todo. Los sitios permitían que los motores de búsqueda rastrearan su contenido a cambio de visitantes. Esos clics y visualizaciones se convertían en ingresos publicitarios. Era un ecosistema funcional, casi simbiótico.

Pero los bots modernos son cosa completamente diferente. Son herramientas de extracción masiva de datos que no respetan ese antiguo acuerdo. Absorben contenido creado por humanos reales—artículos, imágenes, código, conversaciones—y lo procesan para entrenar sistemas de IA. El problema es que estos bots no devuelven nada al ecosistema.

Cuando un usuario pregunta algo a un chatbot de IA, este escupe una respuesta prefabricada sin dirigir al usuario hacia la fuente original. En el mejor de los casos, incluyen referencias microscópicas en forma de puntos diminutos en alguna esquina, aparentemente diseñados para ser ignorados. Los creadores originales del contenido quedan relegados, invisibles, mientras las empresas de IA cosechan las ganancias.

Pero hay una categoría aún más perturbadora: bots que se hacen pasar por personas reales. Algunos están programados para promocionar criptomonedas dudosas, otros para manipular opiniones en redes sociales, y algunos simplemente para inflar métricas artificialmente. La línea entre lo humano y lo artificial se ha vuelto tan borrosa que ya ni siquiera estamos seguros de con quién estamos hablando en línea.

El Internet ya no es handmade: de la creatividad al ruido estático

Hubo una época en que navegar por Internet significaba encontrarte con lo inesperado. Páginas web diseñadas torpemente con fuentes Comic Sans y fondos de estrellas parpadeantes. Blogs personales escritos a las 3 AM sobre teorías extrañas. Foros donde la gente discutía apasionadamente sobre temas oscuros. Sí, había rarezas, incluso cosas un poco perturbadoras, pero se sentía genuino porque sabías que detrás había un ser humano real compartiendo su perspectiva sobre la vida.

Ese Internet artesanal, construido a mano, ha sido reemplazado por algo fundamentalmente diferente. Ahora la rareza proviene de bots corporativos que han masticado y regurgitado la creatividad genuina de millones de personas. Es como si hubieran tomado todas esas voces únicas y las hubieran pasado por una trituradora, produciendo copias de copias de copias hasta que cada iteración degrada más la originalidad, como una cinta VHS grabada encima tantas veces que solo quedan estática y ruido.

Lo que solía ser un bazar digital del pensamiento humano se ha transformado en un videojuego donde NPCs (personajes no jugables) ladran fragmentos aleatorios de diálogo inconexo entre sí. Y lo más deprimente es que esto no fue un accidente evolutivo de la tecnología. Fue una decisión consciente de ejecutivos corporativos con signos de dólar en los ojos, haciendo lo único que saben hacer: reemplazar humanos con máquinas.

La diferencia es que esta vez no se trataba de automatizar la soldadura de piezas automotrices. Lo que están reemplazando son algunos de los aspectos más fundamentales de la civilización humana: la comunicación y la autoexpresión.

La mitad del tráfico es falso: peor de lo que pensábamos

Si los números de Cloudflare suenan alarmantes, prepárate porque la realidad podría ser aún peor. Un reporte de 2024 de Imperva, empresa de software de ciberseguridad, estima que casi la mitad de todo el tráfico de Internet es ahora automatizado. No un tercio, sino cerca del 50%. Y la tendencia sigue en aumento.

Piénsalo por un momento: cada dos visitas a un sitio web, una proviene de un bot. Cada dos comentarios que lees, uno podría estar generado por un algoritmo. Cada dos “personas” con las que interactúas en redes sociales, una podría ser un programa diseñado para simular humanidad.

Esta no es ciencia ficción distópica. Es el presente. Enteras secciones del Internet consisten en bots comunicándose con otros bots, sin participación humana alguna. Conversaciones completas entre entidades artificiales que fingen tener opiniones, preferencias, emociones. Es teatro del absurdo a escala masiva.

La Teoría del internet muerto ya no es teoría

Solía existir algo llamado la “Teoría del Internet Muerto”. Era considerada una idea marginal, casi conspirativa, que sugería que gran parte del contenido y las interacciones en línea ya no involucraban humanos reales. La mayoría lo descartaba como paranoia tecnológica.

Pero conforme los datos se acumulan, esta teoría suena cada vez menos descabellada y más como una descripción precisa de nuestra realidad digital. El Internet se ha convertido en la cáscara vacía de una Pottery Barn: todavía está ahí, técnicamente operando, pero ha perdido toda su vitalidad y propósito original.

Los días en que trolls y anuncios emergentes “destruían” el Internet ahora parecen pintorescos, casi nostálgicos. Al menos esos eran problemas causados por humanos reales, molestos pero auténticos. La situación actual es cualitativamente diferente: las grandes tecnológicas están minando el Internet para extraer contenido, dejando atrás un caparazón vacío.

Si eres joven y añoras los días en que Internet era más humano, debes entender algo crucial: esos humanos no abandonaron voluntariamente la web. Fueron desplazados, ahogados por un tsunami de contenido generado por IA que hace imposible que voces genuinas sean escuchadas. Fueron expulsados por plataformas que priorizan el engagement algorítmico sobre la conexión humana real.

Mientras los bots continúen multiplicándose exponencialmente y las corporaciones sigan priorizando la extracción de datos sobre la creación de valor, el Internet seguirá su marcha hacia convertirse en un ecosistema completamente artificial. Un lugar donde las máquinas hablan con máquinas, simulando una civilización digital que alguna vez fue vibrante y real, ahora reducida a un simulacro hueco de lo que pudo haber sido.

Bots de Internet devoran la web: un tercio del tráfico ya no es humano y la cifra sigue creciendo

Categorías

Recomendaciones